He vivido: me he muerto: y en mi andante
Fosa sigo viviendo: una armadura
Del hierro montaraz del siglo octavo,
Menos, sà­, menos que mi rostro pesa.
Al crà¡neo inquieto lo mantengo fijo

Porque al rodar por tierra el mar de llanto
[............................], no asombre.
Quejarme, no me quejo: que es de lacayos
Quejarse, y de mujeres,
Y de aprendices de la trova, manos
Nuevas en liras viejas: -Pero vivo
Cual si mi ser entero en un agudo
Desgarrador sollozo se exhalara.-
De tierra, a cada sol mis restos propios
Recojo, en junto los apilo, a rastras
A la implacable luz y a los voraces
Hombres cual si viviesen los paseo:
Mas si frente a la luz me fuese dado
Como en la sombra donde duermo, al polvo
Mis disfraces echar, viérase sàºbito
Un cuerpo sin calor venir a tierra
Tal como un monte muerto que en sus propias
Inanimadas faldas se derrumba.

He vivido: al deber juré mis armas
Y ni una vez el sol doblà³ las cuestas
Sin que mi lidia y mi victoria viere:-
Ni hablar, ni ver, ni pensar yo quisiera!
Cruzados ambos brazos, como en nube
Parda, en mortal sosiego me hundirà­a.
De noche, cuando al sueà±o a sus soldados
En el negro cuartel llama la vida,
La espalda vuelvo a cuanto vive: al muro
La frente doy, y como jugo y copia
De mis batallas en la tierra miro-
La rubia cabellera de una nià±a
Y la cabeza blanca de un anciano!