Cuando, oh Poesà­a,
¡Cuando en tu seno reposar me es dado!-
Ancha es y hermosa y fàºlgida la vida:
¡Que éste o aquél o yo vivamos tristes,
Culpa de éste o aquél serà¡, o mi culpa!
Nace el corcel, del ala mà¡s lejano
Que el hombre, en quien el ala encumbradora
Ya en sus ingentes brazos se diseà±a:
Sin mà¡s brida el corcel nace que el viento
Espoleador y flameador, -al hombre
La vida echa sus riendas en la cuna!
Si las tuerce o revuelve, y si tropieza
Y da en atolladero, a sà­ se culpe
Y del incendio o del zarzal redima
La destrozada brida: sin que al noble
Sol y [ ..........manuscrito inacabado.............. ] vida desafà­e.
De nuestro bien o mal autores somos,
Y cada cual autor de sà­: la queja
A la torpeza y la deshonra aà±ade
De nuestro error: ¡cantemos, sà­, cantemos
Aunque las hidras nuestro pecho roan,
El Universo colosal y hermoso!

Un obrero tiznado, una enfermiza
Mujer, de faz enjuta y dedos gruesos:
Otra que al dar al sol los entumidos
Miembros en el taller, como una egipcia
Voluptuosa y feliz, la saya burda
Con las manos recoge, y canta, y danza:
Un nià±o que sin miedo a la ventisca,
Como el soldado con el arma al hombro,
Va con sus libros a la escuela: el denso
Rebaà±o de hombres que en silencio triste
Sale a la aurora y con la noche vuelve,
Del pan del dà­a en la difà­cil busca,-
Cual la luz a Memnà³n, mueven mi lira.
Los nià±os, versos vivos, los heroicos
Y pà¡lidos ancianos, los oscuros
Hornos donde en bridà³n o trità³n truecan
Los hombres victoriosos las montaà±as.
Astià¡nax son y Andrà³maca mejores,
Mejores, sà­, que las del viejo Homero.

Naturaleza, siempre viva: el mundo
De minotauro yendo a mariposa
Que de rondar el sol enferma y muere:
Dejad, por Dios, que la mujer cansada
De amar, con leches y menjurjes hà­bleos
Su piel rugosa y su beldad restaure
Repà­ntense las viejas: la doncella
Con rosas naturales se corone:-
La sed de luz, que como el mar salado
La de los labios con el agua amarga
De la vida se irrita: la columna
Compacta de asaltantes, que sin miedo,
Al Dios de ayer sobre los flacos hombros
La mano libre y desferrada ponen,-
Y los ligeros pies en el vacà­o,-
Poesà­a son, y estrofa alada, y grito
Que ni en tercetos ni en octava estrecha
Ni en remilgados serventesios caben:

Vaciad un monte, -en tajo de sol vivo
¡Tallad un plectro: o de la mar brillante
El seno rojo y nacarado, el molde
De la triunfante estrofa, nueva sea!

Como nobles de Nà¡poles, fantasmas
Sin carnes ya y sin sangre, que en polvosos
Palacios muertos con aà±ejas chupas
De comido blasà³n, a paso sordo
Andan, y al mundo que camina enseà±an
Como un grito sin voz la seca encà­a,
Asà­, sobre los à¡rboles cansados,
Y los ciriales rotos, y los huecos
De oxidadas diademas, duendecillos
¡Con chupa vieja y metro viejo asoman!
No en tronco seco y muerto hacen sus nidos,
Alegres recaderos de maà±ana,
Las lindas aves cuerdas y gentiles:
Ramaje quieren suelto y denso, y tronco
Alto y robusto, en fibra rico y savia.
Mas con el sol se alza el deber: se pone
Mucho después que el sol: de la hornerà­a
Y su batalla y su fragor cansada
La mente plena en el rendido cuerpo,
¡Atormentada duerme, -como el verso
Vivo en los aires, Por la lira rota
Sin dar sonidos desolados pasa!
Perdona, pues, oh estrofa nueva, el tosco
Alarde de mi amor. Cuando, oh Poesà­a,
Cuando en tu seno reposar me es dado.