En la cuna sin par nacià³ la airosa
Nià±a de honda mirada y paso leve,
Que el padre le tejià³ de milagrosa
Màºsica azul y clavellàn de nieve.
Del sol voraz y de la cumbre andina,
Con mirra nueva el séquito de bardos
Vino a regar sobre la cuna fina
Olor de myosotis y luz de nardos.
A las pà¡lidas alas del arpegio,
Preso del cinto a la trenzada cuna,
Colgà³ liana sutil el bardo regio
De à³palo tenue y claridad de luna.
A las trémulas manos de la ansiosa
Madre feliz, para el collar primero
Virtià³ el bardo creador la pudorosa
Perla y el iris de su ideal joyero.
De su menudo y fàºlgido palacio
Surgià³ la nià±a màstica, cual sube,
Blanca y azul, por el solemne espacio,
Lleno el seno de là¡grimas, la nube.
Verdes los ojos son de la hechicera
Nià±a, y en ellos tiembla la mirada
Cual onda virgen de la mar viajera
Presa al pasar en concha nacarada.
Fina y severa como el arte grave,
Alàsea planta en la existencia apoya,
Y el canto tiene y la inquietud del ave,
Y su mano es el hueco de una joya.
Nià±a: si el mundo infiel al bardo airoso
Las magias roba con que orlà³ tu cuna,
Tຠle ornarà¡s de nuevo el milagroso
Verso de à³palo tenue y luz de luna.
Para Cecilia Gutiérrez Nà¡jera Y Maillefert
Jose Marti
(1)
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