POR entre mis propios dientes salgo humeando,
dando voces, pujando,
bajà¡ndome los pantalones...
Và¡ca mi està³mago, và¡ca mi yeyuno,
la miseria me saca por entre mis propios dientes,
cogido con un palito por el puà±o de la camisa.

Una piedra en que sentarme
¿no habrࡠahora para mi?
Aàºn aquella piedra en que tropieza la mujer que ha dado a luz,
la madre del cordero, la causa, la raiz,
¿ésa no habrà¡ ahora para mi?
¡Siquiera aquella otra,
que ha pasado agachà¡ndose por mi alma!
Siquiera
la calcà¡rida o la mala (humilde océano)
o la que ya no sirve ni para ser tirada contra el hombre
ésa dà¡dmela ahora para mà­!

Siquiera la que hallaren atravesada y sola en un insulto,
ésa dà¡dmela ahora para mà­!
Siquiera la torcida y coronada, en que resuena
solamente una vez el andar de las rectas conciencias,
o, al menos, esa otra, que arrojada en digna curva,
va a caer por sà­ misma,
en profesià³n de entraà±a verdadera,
¡ésa dà¡dmela ahora para mà­!

Un pedazo de pan, tampoco habrà¡ para mà­?
Ya no mà¡s he de ser lo que siempre he de ser,
pero dadme
una piedra en que sentarme,
pero dadme,
por favor, un pedazo de pan en que sentarme,
pero dadme
en espaà±ol
algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse
y después me iré...
Hallà³ una extraà±a forma, està¡ muy rota
y sucia mi camisa
y ya no tengo nada, esto es horrendo.