Tu tez rosada y pura, tus formas grà¡ciles
de estatua de Tanagra, tu olor de lilas,
el carmà­n de tu boca, de labios tersos;
las miradas ardientes de tus pupilas,
el ritmo de tu paso, tu voz velada,
tus cabellos que suelen, si los despeina
tu mano blanca y fina toda hoyuelada,
cubrirte como un rico manto de reina;
tu voz, tus ademanes, tàº... no te asombre:
todo eso està¡, y a gritos, pidiendo un hombre.