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Realidad (silva)

Jose Asuncion Silva

En el dulce reposo de la tarde
cuando al ponerse el sol en occidente
su luz dorada, de la vida fuente,
como una hoguera en los espacios arde,
o de la noche en el silencio umbrà­o
cuando la luna con fulgor de plata
alumbra a trechos el sonante rà­o
y en sus là­mpidas ondas se retrata,
entre las sombras de la vida hay horas
en que la realidad que nos circuye
a detener el à­mpetu no alcanza
de nuestra alma que a lo lejos huye
y a la regià³n de lo ideal se lanza...

Y entonces cuando pienso en tus amores
nuestras dos vidas deslizarse veo
no cual la realidad que aja sus flores
sino cual la ilusià³n de tu deseo.
No por las conveniencias separados,
soà±ando tຠconmigo, yo en tus sueà±os,
sino juntos los dos en los collados
de la Arcadia risueà±os;
asidos por las manos a lo lejos
buscando el fin de la campià±a amena
a los pà¡lidos rayos de la luna.
O del ardiente sol a los reflejos,
dejando transcurrir una por una
las no contadas horas venturosas
que no mancha la sombra de una pena
libando amor... y deshojando rosas...
Del verdor y del musgo en lo sombrà­o
ocultos en lo ignoto del boscaje
radiante aàºn de gotas de rocà­o
de virgen fuerza y de vigor salvaje;
sentados a la orilla del torrente
tຠescuchando los ecos del follaje
yo acariciando -trémula la mano-
tus rizos al caer sobre tu frente...


Otras veces trayendo a la memoria
los fantasmas de un tiempo ya pasado
junto con ellos cual sencilla historia
los ideales de tu amor soà±ado.
Y es entonces un gà³tico castillo
de altivas torres de musgosas piedras
en cuyo muro gris crecen las hiedras
teatro de nuestro amor santificado.

Y en reducida y perfumada estancia
cuyos tapices abrillanta y dora
el fuego de la antigua chimenea,
juntos los dos oà­mos a distancia
diciéndonos protestas de ternura
la voz del agua que al perderse llora
y el viento que en los à¡rboles cimbrea
entre el silencio de la noche oscura.

O en frà¡gil barca en plà¡cida maà±ana
de lago azul flotando en los cristales
con la mirada errantes contemplamos
el cielo, la ribera, los juncales,
y las nieblas que inciertas, vaporosas,
van a perderse en la regià³n lejana
como se pierda la esperanza humana
o el postrimer aroma de las rosas.

Mas cuando el alma en sus ensueà±os flota,
la realidad asoma de improviso
no mà¡s resuena la encantada nota...
Brotan espinas do la rosa brota,
y en crà¼el se torna el paraà­so.

Vuelvo a mirar... y pienso que nacimos
para vivir por siempre separados,
que no es una la senda que seguimos
y que la lumbre que cercana vimos
fue visià³n de tu amor y tus cuidados.

Y al comparar la realidad penosa
con los paisajes de ideal que miro
en el fondo del alma lastimosa
para tu dulce amor -nià±a piadosa
para tu dulce amor surge un suspiro.

(C) Jose Asuncion Silva
03/11/2017


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